miércoles, 5 de agosto de 2009

el lector del banco



La luz del sol se abre paso entre los huecos que dejan las hojas de los árboles, arañándole espacio a las sombras, que se mueven de un lado a otro agitadas por la brisa. El sonido de un carrito de bebé al deslizar sus ruedas sobre la tierra, llega como un susurro lejano que poco a poco se va acercando al banco en el que, sentado, un lector está ensimismado en su lectura. Ante sí, sin quererlo, ve las ruedas y la parte baja del carrito, seguido del andar de unos pies femeninos ataviados con unas chanclas, bajo unas desnudas pantorrillas hasta donde los ojos del lector pueden ver sin levantar la vista de su lectura. El sonido se aleja y desaparece. El lector levanta la cabeza de repente, como si en ese momento la información ya le hubiese llegado y le hiciese reaccionar. Fuera de su mirada cabizbaja pero ahora visible justo frente a él, en otro banco, una persona le mira fijamente, pupila contra pupila, casi atravesándole el cerebro y siendo capaz de ver tras él. Sin quererlo se sobresalta y el corazón le comienza a latir más rápido, con el libro entre sus manos, sin poder bajar la vista, sin poder moverse, sin poder parar de mirar esos ojos profundos, sin expresión, pero hipnotizantes.

De nuevo el sonido de un carrito de bebé al deslizar sus ruedas sobre la tierra, llega como un susurro del mismo lugar por donde desapareció. Sin separar la vista de la persona sentada frente a él, aparece en su campo de visión la capota del carrito, unas manos femeninas empujándolo y, tapándole la visión del extraño, la cintura y el busto de la mujer. Al pasar ésta, el lector sacude la cabeza perplejo. En el banco ya no había nadie, ni rastro, como si se hubiese evaporado. En ese momento, un rayo de luz que se abrió paso entre los huecos dejados por las hojas, ayudado por la brisa, incidió directamente en sus ojos, lo que provocó que instintivamente bajara la cabeza y allí, entre sus manos, continuaba el libro abierto.

Siguió leyendo: “[…] De nuevo el sonido de un carrito de bebé al deslizar sus ruedas sobre la tierra, llega como un susurro […]”.

parawallo
05 de agosto de 2009

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