viernes, 3 de octubre de 2008

calla - otorga



Muchas ciudades sobremasificadas aplican el “Calla–Otorga” como hábito de vida y convivencia, y el “Da igual” como norma de actuación. Un paso sí, y otro también, sus habitantes ven injusticias, abusos, ilegalidades, tropelías, vejaciones, atropellos y demás incívicas delicias de una sociedad antisocial.

La respuesta típica a todo esto es cerrar la boca, mirar para otro lado y esquivar procurando que no salpique. Como resultado a esta actitud, aceptamos sin rechistar y como algo normal, e incluso lógico, esas injusticias, abusos, ilegalidades, tropelías, vejaciones, atropellos…

Seamos o no autores de esas incívicas delicias de una sociedad antisocial, si utilizamos el “Calla-Otorga” como pauta de actuación, nos convertimos en partícipes y cómplices de ello. Esto suele ser lo habitual y el efecto que provoca es que, si no se cierra la boca ni se mira para otro lado, el orco de la sociedad antisocial se eleva veinte metros sobre tu cabeza y la sombra que provoca te absorbe y te engulle, convirtiendo lo normal en no habitual y por tanto raro y digno de hacer desaparecer.

¿Es lo que queremos?

Analizando cómo se mira el televisor, de qué manera sus contenidos, llenos de injusticias, abusos, ilegalidades, tropelías, vejaciones, atropellos y demás delicias de una sociedad antisocial, hacen un callo en las conciencias y, no sólo se ve tranquilamente sin despertar ni un atisbo de remordimiento, si no que para que haya audiencia estos contenidos se multiplican y lo único que provocan es que la sociedad sea más antisocial; como digo, analizando todo esto la respuesta es que SÍ, es lo que queremos.

Es lo habitual pero, ¿es lo lógico?

La respuesta es rotunda y bien sencilla: NO.

El orco de la sociedad antisocial tiene la sombra muy grande pero muy débil y con firmeza en “No Callar-No Otorgar-No Dar Igual” esa sombra se diluye como si cien soles la alumbraran a la vez.

Eso sí, sin levantar la voz.

parawallo
03 de octubre de 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

nada será igual



Aquel hombre era, por encima de todo, la mejor persona del mundo. Se fue para nunca más volver y el vacío que dejó es imposible de llenar ni tan siquiera una micra.

Como legado dejó a todos su amor. A mí, con mucha tristeza, me llegó el mejor regalo posible, su pasión hecha realidad: sus bicis.

La de montaña me devolvió la vitalidad, la alegría, las ganas de respirar, la sonrisa, el placer de sentir la brisa en el rostro y el placer de moverme con el simple empuje de mis piernas. Pero más gratificante aún que todo esto eran otras sensaciones más allá de lo racional, era empuñar el mismo manillar que empuñó él, era cambiar con el mismo cambio que cambió él, era inflar las mismas ruedas que infló él, era frenar con los mismos frenos que frenó él…; era ir montado en la misma bici que montaba él.

La usé a diario como mi medio de transporte y la bauticé con el nombre de Santiaga, como el suyo: Santiago.

Cuando subía en ella siempre tenía la sensación de que no iba sólo, él iba conmigo, siempre, acompañándome con su sonrisa, acompañándome con su tono campechano, acompañándome con su alegría, acompañándome con su amor, como si nunca se hubiera ido.

Después de más de 4000 kilómetros juntos, ayer Santiaga dijo que no quería llevarnos más, que había sido un placer el desplazarnos con tanta alegría pero había llegado su fin. Santiaga partió su cuadro y con él partió mi corazón y mi alma.

Habrá otras, lo sé, porque también es mi pasión como era la de él y en breve la sustituiré; pero Santiaga era Santiaga, única, con su historia conmigo, con su historia con nosotros, con su pasado con él.

Me llegó con mucha tristeza y con mucha tristeza se va.

parawallo
01 de octubre de 2008

lunes, 29 de septiembre de 2008

el vuelo de los ángeles



A los habituales se les identifica al instante porque rápidamente están leyendo su libro o tecleando su agenda electrónica.

A los que comienzan se les ve esa inconsciente sonrisa perpetua por lo que se avecina.

A los que finalizan se les adivina en sus miradas perdidas las instantáneas que recuperan de su cerebro; en su rostro se dibuja una mueca mezcla de satisfacción por lo recién vivido y tristeza porque ya acabó.

Los niños alborotan, tocan e investigan todo, sin preocuparse si para ellos es el principio o el fin, sólo les importa saber para qué sirve este botón, qué es esa palanca, qué significa esa luz o por qué esas personas de uniforme no paran de ir de acá para allá por el pasillo mirando a todo el mundo.

Poco a poco, unos y otros dejan de conformar ese caos controlado que supone situarse donde debes en un espacio tan reducido en el mínimo tiempo posible. El movimiento va disminuyendo hasta casi desaparecer por completo y la calma sólo se ve interrumpida por esas personas de uniforme que no paran de ir de acá para allá por el pasillo mirando a todo el mundo.

Las puertas se cierran. Los altavoces empiezan a escupir un sonido nasal, parecido a una voz, que resulta muy difícil de traducir a cualquier lengua conocida pero que, sin duda, significa que todo está preparado y en orden.

Los habituales siguen leyendo o tecleando sin inmutarse, como si estuvieran cómodamente en el sofá de sus casas.

Los que comienzan giran su cabeza a un lado y a otro, con excitación, como analizando y diseccionando todo lo que les rodea.

Los que finalizan miran con nostalgia mucho más allá de lo que se puede ver.

Los niños siguen preguntando por ese botón, esa palanca, esa luz; y continúan intrigados con esas personas de uniforme que no paran de ir de acá para allá por el pasillo mirando a todo el mundo.

Tras el último giro los corazones siempre laten de otra manera. Todas las miradas se parecen. Hasta los habituales despiertan de su éxtasis y alzan la vista un instante para mirar al exterior. Esa pareja que aún no ha cumplido una semana de casados, y que inicia su luna de miel, entrelaza sus manos mirándose sonrientes y satisfechos. Los niños se hunden en su asiento y callan, mientras se preguntan dónde estarán esas personas de uniforme que no paraban de ir de acá para allá por el pasillo mirando a todo el mundo.

Por encima de las cabezas, junto a los ahora mudos altavoces, unas ráfagas de aire frío comienzan a salir con más fuerza.

Confusión.

Resplandor.

Oscuridad.

Silencio.

Dolor.

Vacío.

Nada.

Dedicado a la memoria de todas las víctimas del vuelo JK5022 de Spanair y a cualquier persona que directa, indirecta o psicológicamente se haya victo afectada por la catástrofe.

parawallo
21 de agosto de 2008